En el ruedo, mi capote de desgastada esclavina, que va peinando la arena, a ras de la misma vida.
Un bufar inquieto. ¡Aliento de ardiente fiera enemiga! Dos anhelantes pitones, que frente a mí se perfilan.
Perfume de miedo y rosas, de impotencia y rebeldía. Acordes. Ecos lejanos, que aquietan mis zapatillas.
La brisa torna consuelo mis sienes, de aguamarina. Bajo mis pies, mil temblores al compás de la embestida. Primer lance. Por instinto. El segundo le seguía. En el medio de la plaza, miro ojos de fiera herida.
¿Por qué?...por un “¡ole!” a tiempo, que escuchó mi valentía. Porque la voz del mañana, desde el tendido, me grita.
Porque, en pajarillo libre, se tornó mi amanecida. |