PERFUME
A TIERRA.
Te recuerdo al romper la madrugada,
aunque el gallo no cante
ni de pájaros florezcan los almendros.
Se ha derretido el sol en los trigales
y tu ausencia remueve
el dolido remanso de mi alma.
Anudé a mis mañanas el curtido recuerdo
de tu rostro de barro,
de la tierna rudeza de tus manos,
repletas de ternura,
de su perfume a tierra.
de esa humilde sapiencia,
sembrada cual semilla
en los surcos de tu alma campesina.
Y es que tú aprendiste de la tierra
que el amor y el esfuerzo dan su fruto,
y se prendió en tu alma, ese afán
generoso.
De la luna,
tu cálida y silente compañera,
testigo compasivo de tanto atardecer
tras el arado,
aprendiste su paz y su sosiego,
a saber escuchar…a no quejarte.
Del abrazo voluble de la lluvia,
de su hacerse esperar,
como niña que juega al escondite,
heredaste otro arte:
la paciencia,
y a mostrarla vestida de esperanza.
Del
brote frágil,
que estático soporta las heladas,
y el ardor que abrasa en el estío,
aprendiste a ser fuerte,
a no temer a nada bajo el cielo,
y a confiar en Dios…en tu destino.
¡Qué grandes tus maestros!
Ahora,
ausente están, de alma,
las veredas que abarca mi mirada;
y aletea en los campos
un huérfano murmullo de nostalgias.
¡Qué daría por saber dónde ahora
habitas!
Sólo espero,
que haya tierra en los cielos,
pájaros de colores, amapolas,
la sombra de la encina, y jugosos racimos,
y que te llegue el eco de los versos
que escribo:
Te recuerdo, al romper la madrugada,
aunque el gallo no cante,
ni de pájaros se vistan los almendros.
2º premio Certamen de poesía San Pedro,
de Puebla de la Calzada, Badajoz.
Francisca Quintana Vega
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