Mientras palpo mi vientre, trecho a trecho,
-anhelantes, atentos mis sentidos -
se enajena mi alma. Tus latidos
preñan de miel mis labios y mi pecho.
Henchidos mis pezones, consentidos,
ya sueñan con tu boca, por derecho.
Miro la cruz que pende sobre el lecho;
desaguando mis ojos derretidos.
Dibujando tu nombre –colorines -
en un blanco babero : Eva María.
Huelen ya a tí, los cálidos patines.
Tu padre tornará a niño - a fe mía -
Bello príncipe azul: ¡los serafines
no tienen su mirar, pequeña mía¡