Me
gusta, de tu traje, la elegancia,
tu porte tan gentil y postinero.
De estrofas eres rey y caballero.
Subyugada,
me rindo a tu fragancia.
Conquistarte,
requiere fiel constancia;
tus
labios no prodigan los “te quiero”,
más,
eres fiel amante y compañero
de la pluma que vence tu arrogancia.
El
“Antes” y el “Después” de la poesía,
a
tu izquierda y derecha permanecen,
admirando
lo audaz de tu osadía.
Las
palabras, dichosas, se estremecen,
en
tus brazos, de dulce sintonía,
cual
rosales del alma, que florecen. |