Parece que fue ayer cuando te escribí este poema, siendo apenas una adolescente. Hoy, ya con 22 años, eres toda una enfermera. Quiero que sepas que te adoro y que siempre me tendrás a tu lado, mientras Dios me lo permita. Estoy muy orgullosa de tí y sé que tu gran corazón y tu vocación son la combinación perfecta para que hagas mucho bien a los enfermos que cuides. Te quiero, hija.
FLORECIENDO
Un
cascabel, de dulce sintonía,
repica
con tu voz, cada mañana,
¡y
un haz de luz, entró por mi ventana
una
tarde de invierno, que nacía!
¡Ser
de mi propio ser...! ya te quería
antes
de ser mi vientre tu fontana.
Son
tus ojos de miel y mejorana
y tu rostro la faz del alma mía.
Ya
florece tu piel de porcelana,
y tu
dulce sonrisa se infinita
en
tus cándidos labios de manzana.
El
Destino, tu mano solicita,
para
trenzar tu vida en filigrana.
¡Empieza
a deshojar tu margarita!
....................
Buenos días, Francisca. Precioso poema, felicidades por tu hija que tiene una profesión de amor y entrega hacia los necesitados.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, qué bonito poema y sobre todo qué dedicatoria más tierna y sentida. Los padres siempre deseamos lo mejor para nuestros hijos.
ResponderEliminarUn abrazo
Rosa